Mucha gente imagina que la felicidad es complicada. Pero es justo lo contrario; la propia naturaleza se pronuncia en voz alta contra cualquier desviación de la vida sencilla. La felicidad no puede crearse artificialmente. Está ligada a la sencillez de la vida. La verdadera felicidad no requiere ni una gran fortuna ni un gran éxito. En realidad, son las cosas sencillas, tranquilas y poco exigentes las que nos hacen felices.
Si llenamos el día de mucho sol, vida pura y pensamientos elevados, nos abrimos a la felicidad. Las palabras amables llenas de bondad y las acciones útiles nos hacen felices. La amistad, el amor, el afecto, el fiel cumplimiento del deber y el servicio al conjunto o a los demás son cosas muy sencillas, pero en ellas reside la felicidad.
Toda persona capaz tiene el deseo de hacer algo y ser algo en el mundo. La actividad es la ley de toda vida, es la gracia que nos salva del estancamiento. La felicidad y la actividad son gemelos inseparables. La gran felicidad es el bienestar de aquellos que, mediante el trabajo diligente, realizan aquello para lo que están destinados por naturaleza. El hombre está hecho para el trabajo; sólo a través de él puede desarrollarse interiormente, el trabajo feliz te hace feliz.
Uno de los sentimientos más hermosos es la satisfacción que sentimos cuando percibimos que crecemos interiormente, que progresamos, que avanzamos y nos elevamos. Podemos convertirnos en exploradores de la belleza y la verdad, lo que señala el camino hacia la cultura espiritual y la nobleza del alma.
Especialmente quienes trabajan duro para ganarse la vida necesitan tiempo para encontrar un equilibrio que les permita experimentar el arte y la belleza. De este modo, se mantiene un sentimiento de felicidad incluso ante los grandes retos. Si puedes disfrutar de las pequeñas cosas, ya has encontrado el camino hacia la felicidad. Estamos hechos para la felicidad. Es nuestro estado correcto y deseado.
La felicidad está estrechamente ligada a lo que hacemos y pensamos. Un matemático diría que está en función de nuestras propias acciones y pensamientos, no de las circunstancias externas. Si sembramos utilidad, bondad y desinterés (actividades rojas), cosecharemos felicidad.
El trabajo honesto y diligente, la voluntad de dar lo mejor de nosotros mismos, de querer el bien, son los medios para ser feliz. Un corazón puro y una conciencia tranquila nos ayudan a ser felices. Aquí Goethe nos dice lo que necesitamos para ser felices:
"Grandes pensamientos y un corazón puro, eso es lo que debemos pedir a Dios".